En medio de la usual avalancha de desgracias nacionales hubo una noticia que nos tenía contentos: el señor Francisco Maturana había decidido trasladar su cueva de Alí Babá a la ignota república de Trinidad y Tobago. Era una alegría no exenta de crueldad con las próximas víctimas del odontólogo, es cierto, pero alegría al fin y al cabo: siquiera teníamos al maestro de la conspiración, la mentira y las disculpas cretinas lejos del país.
Sin embargo, las últimas declaraciones de nuestra Primera Inteligencia Superior nos hacen sospechar que hemos sido timados una vez más. La genial idea de cercar a los secuestrados de las FARC para obligar su liberación parece salida de la mente de quien ha hecho de la frase “perder es ganar” un sello personal. Así como en tiempos aciagos para el fútbol nacional eran recurrentes las frases del tipo “yo hablé con Hernán, Hernán con Carlos, Carlos con Leonel y Leonel con René y lo de la visita a Pablo quedó solucionado”, podemos suponer ahora una declaración que diga algo así como “ya hablé con José Obdulio, José Obdulio con Luis Carlos, Luis Carlos con Pacho, Pacho despertó a Carlos, y entre todos decidimos bautizar al grupo élite, encargado de la Operación de Rescate Aníbal Gaviria, con el nombre de Gilberto Echeverri”.
Si de algo podemos estar seguros es de que, pase lo que pase –parafraseando nuevamente al filósofo de Yondó- al otro día cantarán los paraquitos, perdón, los pajaritos, en El Ubérrimo.
