El país ha de estar de fiesta nacional. Esta semana se celebran los 20 años –y ojo, digo bien: “se celebra”, no “se conmemora”- del asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa, para esa época candidato presidencial de la Unión Patriótica. Insisto en que se celebra, no que se conmemora, como vendrían a decirme los correctores del idioma en caso de que se ocuparan del asunto. Se celebra, digo, en los grandes y mullidos salones de La Patria –el término, por más que uno quiera no se le sale el tono uribista- el asesinato de un tipo salido de la provincia antioqueña –ay, dolor- que fue capaz de enfrentarse al creciente poder paramilitar que ya entonces asomaba en el país. Murió unos días después de que el ilustre payanejo Carlos Lemos Simmodns –burócrata de alta alcurnia, Designado a la Presidencia de la República- dijera que la UP era el brazo político de las FARC. Supongo que hay celebración en las huestes godas y liberales de ese feudo que hoy controla José Darío Salazar, Honorable Senador. ¿Qué quieren sus mercedes? ¿Un carnaval con caballos adiestrados en “El Ubérrimo”? ¿Una fiesta a cargo de Mario Uribe? Propongan, que la estupidez del país que se apresta a reelegir a Juan Manuel Santos hace lo que sea, como poner a Angelino Garzón a que la encabece.
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